Sushi, té y otras hierbas

Hace tiempo vengo diciendo que quiero llevar una vida más sana, tomar menos café y disfrutar las cosas simples, pero hay algo que me supera. No me gusta el té. De verdad que lo he intentado, incluso pensando que me encanta todo lo británico. El five o’clock tea es algo lejos de mi alcance. Me encanta Le Flaubert, pero generalmente pido café y no la tetera humeante y fragante.
Pero que no digan que no lo he intentado. La despensa de mi casa está llena de cajas de té. Té de naranja-canela, té de jazmín, té de vainilla con miel y una cajita de Lipton que compré para Chris, que se quejó de que sólo tenía cosas de sabores raros.
Algo similar me pasa con el sushi, gusto que todavía no he podido adquirir. De hecho, el martes fui con la Fanny a una clase de sushi. Justamente, porque quiero tomarle el gusto a este asunto que todavía no logro digerir por completo y porque me gusta aprender cosas nuevas.
Preparamos niguris, futomakis, y también una omelette dulce para rellenar los rolls. Aprendimos a hacer el arroz, que el té verde limpia la boca para sentir bien el sabor del sushi y algunos secretitos de cocina, como qué hacer para que la palta no se ponga negra y cómo cortar el pescado para que no se desarme.
La verdad, me está gustando mucho cocinar. En una de esas, logro encontrar en ella un relajo que necesito con urgencia. Claro que para ello debo poner manos a la obra y probar. Y hacerme el tiempo, algo que últimamente está siendo bastante escaso.

Comments

Ceci said…
Pero cómo me sorprende mi amiga. Ya no sólo escribe, juega rugby, pinta cerámica y sabe de cine. A ese largo etcétera se suman ahora sus crecientes habilidades culinarias.

¿Sabes? Creo que el sushi es un gusto adquirido. Recuerdo la primera vez que lo probé, me dije “¿Qué le encuentran a esta bola de arroz apermasado, desabrido, con un trozo de pescado crudo envuelto en un alga de apariencia sospechosa?” Y hoy soy una fanática más de este manjar. De preferencia, eso sí, del 100% vegetariano.

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